10 de marzo de 2013

VIGÉSIMA SEGUNDA ESCENA

Marie empezó a presionarme para tratar de conseguir un compromiso conmigo. Insistía en seguir creyendo e intentando creer que Dios la castigaría si no continuaba mi relación con ella, e incluso, me amenazó con inculparme ante sus padres por haber hecho lo que hicimos en su cuarto aquel horrendo día, todo por haberme dejado llevar por la insistencia de ella, de querer ir hasta su casa para hacerle perder la virginidad en su cama. Me arrepentí de haberlo hecho, lamenté continuar cayendo en mi propia trampa, mi propia debilidad sexual que contrariamente a mi estilo varonil, me hacía el más inexperto de todos los hombre. Me pareció estúpida toda esa cantidad de palabras y manipulación sin argumento de Marie, a tan corta edad, quería imponerme. Un niña que creía que con habérseme entregado, tendría entre sus manos el pasaporte de mi vida. Estaba loca. Lo peor de toda esta situación es que la presentí desde el primer momento en que me involucré con ella y, aún así, no hice nada para evitar que sucediera. Valiente manera de creerme un verdadero hombre, que a sus treinta años ya dice tener controlada su vida cuando en realidad no sabía ni lo que quería.
   Ese día Marie fue hasta mi casa; no supe cómo diablos había conseguido mi dirección, luego de haber tenido que cambiar mi número telefónico. No soporté su obsesionada manera de buscarme. Mi madre la recibió feliz, pues identificó en ella el tipo de niña buena que siempre había soñado para mí. Creo que, aunque me había tenido nueve meses en su vientre, no me conocía lo suficientemente bien como para saber que una mujercita de pesas nunca se ganaría mi interés en cuestiones de amor, mucho menos con su desperante búsqueda. Marie se ganó a mi madre enseguida, fue la gota que derramó la copa, en la que tuve que empezar a tomar las riendas de mi existencia a causa de nuestra discusión de aquel día, luego de que se fuera Marie; con el dolor de mi alma me sentí en la penosa obligación de abandonar la casa de mi madre y empezar a hacer mi propia vida; sin restricciones, sin las sugerencias amorosas que quería imponerme y, sobre todo, aprovechando la oportunidad de desligarme por completo de aquella cantidad de mujeres, que cada vez empezaban a buscarme con mayor frecuencia para convertir mi paz espiritual en guerra interna. Creo que había llegado el momento de tomar decisiones importantes, era la hora de cambiar el rumbo de mi historia, mis aspiraciones debían ser diferentes, mi vida de hombre perfecto frente a los mujeres "divinas" tendría que finalizar allí, o por lo menos, cambiar; era necesario buscar otro estilo de mujeres; aquella que realmente eran prácticas a la hora de amar, aquellas que se encontraban acorde con su época, con el nuevo milenio, las mujeres rebeldes que tenía afinidad con el nuevo siglo, o si no, iba a terminar arruinado, o en un problema de proporciones insospechadas. Ya mi amigo Gerard me había hecho una primera advertencia, que sería una de las tantas luces rojas de alerta a las que debía poner atención, y tratar de seguir la señal de alarma para no acabar arruinado. Cualquier mujer obsesionada podría terminar mi vida en tragedia, o simplemente, obligándome a hacer lo que no quería. No podría someterme nunca a decisiones de personas ajeas a mí, incluso, mi madre santa, a la que amaba con toda mi alma. Con ese mismo amor que le tenía, tuve que apartarme por un tiempo de su vista, tuve que aprender a instaurar un nuevo control en mi vida, estaba en la obligación de organizar mi mundo sin permitirle a ella que supiera mi paradero, preferí mantener un contacto lejano; sus consejos, aunque a veces pasados de moda, en ocasiones me servían, al final de cuentas creo que tenían algo de sabiduría.  Mi madre tuvo que aceptar mi decisión final, y no volvió a saber de mi existencia por unas semanas, hasta que todas aquella enfermas dejaran de llamarme y así poder desligarme por completo de ella. Solo una tendría acceso a mi nueva vida, Hanna, y sólo por la única razón de nuestro vínculo profesional. Mi carrera de bailarín merecía una mayor dedicación de mi parte y yo era el único que podría cambiar mi estilo, mi conducta, mis rutas y sobre todo, tener el control de mis facturas, de mis derrotas y más que nada de mis triunfos.
   Esta vez me observé fijamente en mi espejo y pude identificar una cara distinta, mis nuevas aspiraciones. Me vi deferente, alcancé a sentir me energía renovada y sobre todo, libre de culpabilidad, libre de mujeres; eran hermosas, pero estaban llenando mi vida de inestabilidad, tormentas innecesarias que acabarían con mi existencia sin necesidad, incluso, no recordaba muy bien sus nombres. ni sus rostros, era un desfile incontable de seres que con sus miles de aspiraciones, ilusiones tocaron mis puertas, entraron a través de mi cuerpo para tratar de despertar en mí algún sentimiento, pero nunca lo lograron, ninguna fue merecedora de mi afecto, al menos mientras tuvo su oportunidad. Ese sentimiento de amor era algo muy grande que nunca había tenido el placer de conocer, aunque muchas personas me hubieran hablado acerca de su magia. Me habían mencionado la existencia de mariposas en el estómago, pero al tratar de compararlas, descubría que no eran las mismas que la gente me decía. Me asusté al pensar que la vida nunca me pudiera dar la oportunidad de vivir una experiencia similar a ésas de las que hablaban en las historias fantásticas, en las novelas que mi madre veía diariamente,  e incluso, en los propios recuerdos de intimidad que vivió con mi padre. Eran diferentes; historias que en ocasiones, al recordarlas, me las contaba con el rostro bañado en lágrimas. De hecho, nunca había conocido ese sentimiento que llamaban amor, no conocía la tristeza, ni siquiera el rechazo, simplemente algunos temores por no alcanzar alguna cita o en cualquier momento sentirme rechazado por alguna mujer que despertara mis intenciones de llevarla a la cama. De repente, vi que el espejo empezaba a enseñarme múltiples imágenes de mujeres hermosas que reían, y al mismo tiempo lloraban. Estaba volviéndome loco por mi culpa. Me angustié y salí corriendo para identificar mi nueva cama, cuando la vi, me lancé encima encontrándola como la única tabla de salvación. Estaba exhausto. Esta vez fue otra clase de fatiga la que se apoderó de mi mente. No volví a saber nada de lo que estaba viviendo.



Chicas, estoy haciendo (según yo) otra historia de Tom (no sé por qué xd). En lo que publico esta escribo la otra ;D. Digo, cuando llegue el final de esta ojalá y leáis la siguiente xd.
Adiós ;-).

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