1 de febrero de 2013

DÉCIMA CUARTA ESCENA

No recuerdo en qué momento pude conseguir el número telefónico de Cecilia, la seria enfermera que me había atendido el día de la cirugía del pie; no supe si fueron mis delirios después de que salir de la anestesia, que sin querer lograron despertar su interés, no sé si fue alguna broma que dije sin pensar y que hubiera conseguido ganar su empatía, tampoco supe si fue por culpa de la complicidad de alguno de mis amigos que, conociendo mis intenciones de conquistarla quisieron ahorrarme trabajo antes de salir del hospital, no sé si fue mi cuerpo, que por más que no lo quisiera siempre lograba despertar los deseos de las más reprimidas. Lo único que sé es que, mientras buscaba el número de Anne en mi libreta de teléfonos, encontré escrito otro con otra pluma y letra el nombre de Cecilia y a su lado una pequeña anotación que decía: "La enfermera". En ese instante no pude entender la situación y tampoco recordaba el momento exacto en que sucedió. De inmediato cambié de opinión y decidí marcar el número de Carlos, por respuesta de Natalie me enteré que no se encontraba en casa; luego llamé a Frank y tampoco lo pude encontrar; no fui capaz de llamar a Gerard debido a nuestra última discusión y la metida de pata el día de las apuestas; creo que luego de mi insistente búsqueda, concluí que era jueves, el día de nuestros costureros, como usualmente le llamábamos a los días de encuentro, de tertulias, de apuestas y demás momentos gratos con mis amigos. Entonces tomé la decisión de llamar a la hermosa enfermera sin ningún tipo de soporte técnico previo, esta vez tuve que acudir nuevamente a mi habilidad mental y al suspenso y la excitación que me producía aquél número escrito por manos desconocidas.

   -¿Hospital Mars Glows a sus órdenes? -dijo una hermosa voz de mujer.
   -¿Buenas tardes, con quién tengo el placer? -le disparé con una voz sensual que ninguno de mis amigos me hubiera creído.
   -Con Catalina -me respondió con la misma voz sensual pero ingenua que me ayudaría a ganar su confianza.
   -Hola Catalina, ¡qué alegría escucharte! Intervine para tratar de persuadirla de que ya nos conocíamos desde siempre.
   -¿No te acuerdas de mí? -le dije tratando de rescatar de mis recuerdos la última imagen borrosa que guardaba del momento en que salía de la clínica acompañado por mi madre y desde lejos había alcanzado a divisar un cabello lacio que levantaba con el viento, y una sonrisa. Era la recepcionista del lugar.
   -No señor, no sé quién es usted -me respondió esta vez con tono de seriedad que no esperaba.
   -Mi nombre es Tom, te vi en la recepción hace un mes cuando me dieron de alta de la clínica, te saludé, te sonreíste conmigo, me deseaste mucha suerte en mi recuperación, ¿Cómo crees que podría olvidarme de tu sonrisa? -le dije, convencido de que lograría algo con mis palabras.
   -Lo siento mucho señor, creo que se encuentra usted equivocado, yo acabo de ser contratada y la encargada del teléfono ha sido mi compañera Elizabeth.
   -Discúlpame Catalina, pero, ¿podríamos ser amigos? -le respondí como el más ingenuo de todos.
   -Discúlpeme usted señor, pero estoy muy ocupada y no puedo seguir atendiéndolo -me colgó.

   Definitivamente me convencí de que la cara del santo era la que hacía el milagro. Me conformé con haber conseguido el nombre de la recepcionista de sonrisa transparente que alcancé a divisar a lo lejos en mi último minuto de salida de la clínica. Elizabeth. Volví a marcar tratando de cambiar la voz.

   -Buenas tardes, ¿por favor me comunica con la enfermera Cecilia? -le pregunté a Catalina sin saber el apellido de mi objetivo y para mi sorpresa me comunicó. Lo logré otra vez.

   Las hazañas y la imaginación que tenía que utilizar para tratar de conseguir una cita con cualquier mujer, se estaba convirtiendo en uno de los juegos más sencillos y a la vez más divertidos de mi vida: a mi mente se asomaban con mayor frecuencia las palabras de mis amigos en las cuales cada uno relataba sus paraísos sentimentales, o más bien sexuales, y las imágenes de las múltiples maromas por lograr tantas metas con sus amigas y al final conseguirían que mi amplia experiencia con la mujeres, sumada a aquellos recuerdos de las historias de ellos, se convirtieran en cómplice de mis propios momento y yo cada vez ganaba más terreno; se abrían nuevas y espléndidas oportunidades para mi vida. Estoy convencido de que mi buena suerte continuaba acompañándome de esa manera, me convertía en el más millonario de todos mis amigos, y sólo por ganarles en cualquier día de apuestas.
   Estuvo muy interesante la conversación con Cecilia; pude encontrar un tema central para persuadirla cuando se me ocurrió hacerle un par de consultas científicas sobre mis medicinas. Ella cayó; creo que más delante, cuando me recuperara por completo del pie, tendría una muy buena oportunidad para verla.


 Ese Tom xdd.

RESPUESTAS A LOS COMENTARIOS DEL CAPÍTULO ANTERIOR:

•Jennifer: jajajajajajaja ¡sí! Sería emocionante verlo como Dios lo trajo al mundo xdd. Gracias por comentar. Tú también cuídate.

•Fanny: :33 Gracias por comentar. Tú también cuídate ;D


Adiós ;-).

2 comentarios:

  1. Tom q persuador eres!! Hahaaha imagino la cara q puso Tom cuando no era la misma recepcionistaa..
    Siguelaa esta hermosa .. Sii si yo insisto ya quiero un acercamiento con (tn) :P
    bye cuidate

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  2. jajajajajaj Tom se dió cuenta de que no era la recepcionista de antes xD
    está genial
    perdón por no comentar antes
    espero el prox
    bye cye:)

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Nos vemos en la siguiente escena.
Gracias :3